lunes, 12 de julio de 2010

OLVIDO (MONÓLOGO-Historias de mujeres perfectas Cap 3-Eva Latonda)

Olvido sólo quería una cosa, vivir ahora. Mañana, estaba tan lejos... Ayer ¿A quién le importa ya?

"Ahora es mi momento" pensaba. A Olvido se le habían "olvidado" tantas cosas en el camino, que ya no sabía ni quién era. La vida había pasado arrollándola y ahora, ella quería arrollarla con todas su fuerzas y energías. A pesar de lo mucho que tenía en su contra, estaba segura, de que se le brindaba la oportunidad buscada y deseada durante tanto tiempo.

Su madre, con aquella profesión, no dudó en lanzarla con tan sólo 12 años. Ya toda una mujer... ¡Qué cosas! Ni siquiera tenía la regla, pero...

Luego vino, lo demás... Droga y cárcel.

Pero, la cárcel no fue lo peor. Volver a la calle. Eso sí fue lo peor. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué otra cosa había aprendido? Nadie la esperaba, ni siquiera el ladrillo donde se apoyaba.

Por eso ahora, era su momento.

Su melena negra y larga, sus ojos negros, su tez morena, su vida entera...

Y era el momento. Ahora. Todo aquello no sería más que un recuerdo, una nube pasajera. Cerraría los ojos y todo habría pasado.

El olor tan fuerte que desprendían cada uno de los poros de la superficie de la habitación ya no la producían náuseas. Ya había pasado lo más dificil. Ahora sólo le tocaba vivir.

Su corazón palpitaba con tanta fuerza que creía que lo tenía en la misma garganta. Despues de tanto tiempo sin ilusiones... Ahora tenía una... Tan pequeña y tan grande al mismo tiempo.

Los segundos se le hacían imposibles y los minutos un infierno. No veía llegar el momento. Tanto es así, que hasta llegó a pensar que quizás, sólo quizás, todo había sido un sueño.

Este terrible pensamiento la paralizó. "¡NO! Esto me ha pasado. Y me ha pasado a mí". Y así, la calma de nuevo.

A intervalos cortos oía ruidos fuera de la habitación. Pasos ligeros y rápidos, voces entrecortadas, puertas cerrarse, puertas abrirse... Eran como dulces sobresaltos.

Algo tan chiquitito, pero tan hermoso.

La levedad de su peso, la calidez de su boca, la piel intacta, hacía a Olvido tan pura, como la más inmaculada de las mujeres.

Ahora, por fin, alguien la necesitaba de verdad, ahora, por fin, podía vivir para otro, ahora ella, también volvía a nacer.

TEXTO: EVA LATONDA

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